¿Cuál es la verdadera independencia para nosotros? Aquella que nos ofrece la libertad de elegir, que cree en la unión por sobre las diferencias individuales, la que busca ser diferente a lo conocido, que reconoce la concepción de patria, la que pelea con valentía y sin dogmatismos, aquella que pone en valor las tradiciones y la identidad de un pueblo. No existe una verdadera independencia sin la concientización del proceso que determinó llegar a ella.
En tiempos donde la libertad, la soberanía, el federalismo y la patria son conceptos a veces adueñados por algunos, sin entender el valor y el origen de ellos, se vuelve difícil reivindicarlos con la alegría que nos genera estas fechas patrias. Sin embargo, es necesario debatirlos y recordarlos, son parte de nuestra identidad como pueblo. Esta nación no sería nada sin este proceso tan doloroso como glorioso para nuestros próceres y para todas aquellas personas no reconocidas con nombres propios en nuestros libros de historia pero igualmente valientes que dejaron su sangre en cada batalla.
El 9 de Julio de 1816 un grupo selecto de representantes de las Provincias Unidas firmó el acta en la cual ponía fin a siglos del dominio español, aquellos 28 diputados se congregaron durante meses en el Congreso de Tucumán para debatir y trabajar arduamente en la creación de una nueva nación. En ese lugar se empezaron a escribir los primeros esbozos de lo que actualmente llamamos Argentina.
El Congreso fue convocado en un momento crítico, cuando la Santa Alianza promovía en Europa la restauración monárquica y combatía los movimientos liberales y democráticos. El inicio en Tucumán respondió al creciente disgusto de los pueblos del interior con Buenos Aires, que había impuesto sus criterios centralistas, desconociendo las tendencias confederales de la mayoría de esas provincias. Las provincias fueron convocadas para reunirse en Tucumán y enviaron sus diputados. Aunque algunas del Alto Perú, en manos realistas, estuvieron incluidas, no participaron Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos y la Banda Oriental debido a diferencias políticas. Entre los congresistas predominaba el sentimiento antiporteño.
Las sesiones se iniciaron el 24 de marzo de 1816, y tras una serie de cambios en la dirección, Juan Martín de Pueyrredón fue elegido Director Supremo con el objetivo de pacificar y unir a todo el territorio. Los diputados Esteban Agustín Gazcón, Teodoro Sánchez de Bustamante y José Mariano Serrano presentaron un plan aceptado por todos, que incluía la necesidad de unión, la declaración de independencia, la discusión sobre la forma de gobierno y la elaboración de un proyecto de Constitución.
Después de arduas discusiones, el 9 de julio de 1816, el Congreso proclamó la existencia de una nueva nación libre e independiente de España: las Provincias Unidas de Sud América. Este momento histórico que logró la ruptura de los lazos coloniales con España en Buenos Aires, pero en 1816 se dio una gesta más amplia que involucraba a las provincias y hermanaba a los pueblos del país en una intención común: la soberanía, la emancipación y la independencia.
Es imprescindible entender que el proceso de independencia estuvo plagado de victorias y resistencias que forjaron las condiciones necesarias para aquel 9 de Julio, como por ejemplo en el noroeste con Martín Miguel de Güemes, quien logró fortalecer las fuerzas gauchas en la batalla de Salta en 1814 con la consolidación del control independentista en la región y con el aumento de la moral de las fuerzas patriotas debido a que su victoria contribuyó a reducir la presión realista que tenía la expedición libertadora del General José de San Martín en el Rio de La Plata y los Andes. En esa época, la libertad no hablaba desde la autonomía individual, todo lo contrario, la libertad se encontraba en la unión, en la organización y en la fuerza colectiva de lo que para muchos significaba algo imposible. ¿En dónde hoy encontramos esa imposibilidad? ¿Podemos llegar a lograr las condiciones necesarias para superarlas? ¿Cómo lograrlo sin ser conscientes del proceso y de las acciones de cada uno de nosotros?
“Es justo que los pueblos esperen todo de sus dignos representantes; pero también es conveniente que aprendan por sí mismos lo que es debido a sus intereses y derechos. Felizmente, se observa en nuestras gentes, que sacudido el antiguo adormecimiento, manifiestan un espíritu noble, dispuesto para grandes cosas y capaz de cualesquier sacrificios que conduzcan a la consolidación del bien general. Todos discurren ya sobre la felicidad pública, todos experimentan cierto presentimiento de que van a alcanzarla prontamente; todos juran allanar con su sangre los embarazos que se opongan a su consecución; pero quizá no todos conocen en qué consiste esa felicidad general a que consagran sus votos y sacrificios; y desviados por preocupaciones funestas de los verdaderos principios a que está vinculada la prosperidad de los estados, corren el riesgo de muchos pueblos a quienes una cadena de la más pesada esclavitud sorprendió en medio del placer con que celebraban el triunfo de su naciente libertad.” – Mariano Moreno, “Sobre el Congreso convocado, y Constitución del Estado”; Gazeta de Buenos Ayres, 1, 6, 13 y 15 de noviembre, y 6 de diciembre de 1810.
Congregación de los representantes para labrar el Acta de Independencia
Por Nerina B. Pérez Fiumara