El debate sobre el consumo de sustancias ilegales, especialmente la marihuana, se intensificó a lo largo de estos últimos años; algunos creen en la liberación total mientras que otros sostienen que debe haber un mayor control. Rodrigo Di Palma describe las problemáticas y desafíos que enfrenta la sociedad expuesta al consumo compulsivo y cómo abordar de manera colectiva una problemática que suele individualizarse.
La figura del “adicto” suele asociarse con el consumo de sustancias ilegales pero la Ley 26.934, “Plan Integral Para El Abordaje De Los Consumos Problemáticos”, establece que los consumos problemáticos también pueden incluir dependencias o abusos de alcohol, tabaco, drogas psicoactivas (legales o ilegales), así como conductas compulsivas relacionadas con el juego, las nuevas tecnologías, la alimentación, las compras, u otros comportamientos que profesionales de la salud diagnostiquen como compulsivos. En este sentido, se reconoce que cualquier persona puede estar expuesta a convertirse en un consumidor compulsivo; nadie está exento y no existen adicciones mejores o peores, ya que todas pueden llevar a situaciones límite, incluso irreversibles.
Según un estudio realizado en 2022 por la Sedronar sobre la magnitud del consumo de sustancias psicoactivas, el uso reciente de marihuana, tanto terapéutico como recreativo, se concentra principalmente en personas de 16 a 34 años, con tasas que superan el 22%. Entre los adultos de 35 a 49 años, el porcentaje de consumidores recientes de marihuana es del 10,9%. Más del 20% de los adultos jóvenes (25 a 34 años) consumieron alguna droga ilícita en los últimos 12 meses, superando ligeramente la tasa de consumo entre los adolescentes, donde la prevalencia de uso reciente de marihuana es del 19,4%. En una realidad donde el consumo está naturalizado, se debate sobre cómo prevenir, quiénes son los consumidores y qué sustancias se consumen. Sin embargo, este debate está restringido a un sector de la sociedad y está sesgado por numerosos prejuicios y factores sociales que influyen y moldean el futuro y presente de las personas adictas.
Rodrigo Di Palma, licenciado en Comunicación Social, formó parte del equipo de la Coordinación de Estrategias Preventivas en Ámbitos Educativos de la Sedronar, que elaboró un material integral de proyectos preventivos para comunidades educativas de todo el país. En 2017, se creó "Cuidados en Juegos", una guía orientativa destinada a la comunidad docente de escuelas primarias, enfocada en el abordaje y la intervención pedagógica respecto al consumo de drogas. Di Palma habla sobre los desafíos de abordar esta problemática y los nuevos conflictos que surgen.
¿En qué sentido “todos podemos prevenir”?
- En el sentido de que todos tenemos un rol dentro de la sociedad. Hablando desde una problemática compleja, la prevención se aborda desde todos los lugares. Esto ocurre a partir del ámbito familiar, laboral, estudiantil porque se requiere de la comunidad en conjunto para poder aplicar estrategias preventivas, ya que permiten formar redes que contengan situaciones de riesgo. Cada uno tiene un rol distinto; obviamente un psiquiatra, un docente o un compañero de la fábrica no previenen de la misma manera.
Desde la Sedronar hay una prevención abordada a partir de la reconstrucción del lazo social, la restitución de los derechos y el fortalecimiento de los proyectos de vida ¿cuál es la importancia que implica esta perspectiva?
- No se trata solo de abordar los problemas emergentes, sino también de comprender y abordar las condiciones sociales que los generan. Se puede entender que el consumo problemático o una situación de adicción como una causa de la pérdida de derechos. A partir de un tratamiento se logra generar cierto grado de abstinencia y reconstituir el lazo familiar, pero se vuelve a un mismo entorno con las mismas dificultades de acceso laboral y de vivienda, lo que termina derivando en una recaída. Si bien no hay una cura para las problemáticas de consumo, es más difícil cuando no hay derechos garantizados y lazos sociales armados llegar a tener una mejor estrategia.
“Al cuidar a un niño lo estamos haciendo visible, lo estamos habilitando como sujeto” ¿La escuela posibilita esa mirada del otro desde la lógica de formación y protección de cada sujeto? ¿Por qué? - Si, la escuela es clave debido a que ahora es un lugar donde el niño es un sujeto de derecho cuando antes solamente era objeto de cuidado. Esa diferencia cambia la perspectiva de la escuela determinándola como un lugar de cuidado trascendental porque habilita la escucha, posibilitando atender los emergentes familiares y sociales como los riesgos alimentarios y de violencia. Asimismo, es un espacio que ofrece contenidos, herramientas y criterios que cumplen una función pedagógica central. Esto permite que un niño que accede a la educación arme criterios, pueda tener discernimientos y pueda ser más libre en sus elecciones. Un ser humano con libertad consciente siempre tiene más herramientas frente a una situación de riesgo vinculado al consumo problemático.
Durante las jornadas de prevención que realizaste en todo el país, ¿encontraste problemáticas diferentes según la región, o hay cierta similitud en los temas que afectan a los jóvenes?
- Con la globalización y la comunicación extrema existe cierta transversalidad entre los temas que atraviesan los jóvenes. Lo que describe Néstor García Clanclini como culturas híbridas. Podés encontrar a un niño que tiene una remera de Tini en Amaicha del Valle y no es muy distinto a una niña que vive en Ciudadela. Sí es posible ver que hay vínculos distintos con la naturaleza, con el tiempo. No es lo mismo la pobreza que la marginalidad, esto último se puede encontrar en las grandes localidades del conurbano que no exactamente es sinónimo de pobreza. La marginalidad está caracterizada por situaciones de abuso, de hacinamiento en la vivienda, etc. Y cuando hablamos de pobreza quizás nos referimos, por ejemplo, a no tener acceso al agua potable o a las cloacas, pero sí a una granja que brinda alimentos.
También se puede distinguir cierta formación de valores familiares. Todo esto está atravesado por lo que entendemos como “sociedad de consumo”. También existen cuestiones de clase porque cuando hablamos del consumo de sustancias se requiere dinero: no es lo mismo quienes tienen plata que quienes no la tienen y terminan en situaciones delictivas para obtenerla. Asimismo, existen casos donde el adicto extrae recursos de su propia familia para destinarlos al consumo. Por otro lado, está presente la calidad de lo que se consume. En los barrios más pobres se venden sustancias que son tóxicas y tienen mucho más riesgo de vida, como el paco. Son más peligrosas las sustancias que consumen los pobres que las que consumen los ricos.
En estos años se profundizó el debate acerca de la legalización de la marihuana ¿existen las llamadas drogas blandas y drogas duras?
- Es una categorización dentro de una gran clasificación; hay drogas naturales y drogas sintéticas, no sé si “drogas blandas y duras” es la más pertinente de las clasificaciones. Siempre que hablamos de consumo tenemos que pensar no solo en la persona sino del individuo, la sustancia y el contexto. Para una persona la marihuana puede ser una droga blanda, pero para otro en diferente contexto esto puede cambiar, el consumo de marihuana puede ser de alto riesgo también. En un menor de edad la marihuana afecta severamente, por lo que la edad de la persona modifica la peligrosidad de la sustancia. No es posible posicionarse solo con la sustancia para hacer una clasificación. Existen muchas drogas legales que si no tienen un consumo regulado a través de una receta médica son altamente peligrosas. Si la marihuana puede tener componentes que permiten ser utilizados para mejorar la salud, como los aceites medicinales, ahí el Estado debe generar las condiciones para regular sin que eso signifique la apertura total al consumo libre.
Existen diversas organizaciones, como la Asociación de Reducción de Daños, que sostienen que algunas personas eligen consumir sustancias de manera consciente y responsable para minimizar riesgos de salud, y argumentan que un enfoque prohibitivo no soluciona el problema. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
- No, el modelo prohibicionista no resuelve el problema, tenemos más de 20 años de guerras contra las drogas y lo único que se logró fueron muertes por conflictos de bandas. La persecución, la criminalización y la militarización del tema no fue una solución. Sin embargo, no creo en la liberación total, porque existen diferentes situaciones de origen. Es necesario dejar de tener cierta hipocresía respecto al conflicto, ya que cualquier consumo de cualquier tipo implica un efecto sobre las personas. Los antidepresivos o los calmantes están en el uso diario de las personas; todos llevan en el bolso un ibuprofeno, un paracetamol, y hay un abuso del uso de drogas legales, más allá de la reglamentación que existe. Entonces, vivimos en una sociedad de consumo donde los problemas se solucionan consumiendo cosas. Por eso creo que es hipócrita condenar algunos consumos y otros no. Además, tampoco estamos en una sociedad donde todos tenemos plenos derechos garantizados con acceso a la salud, y es ahí donde se generan ciertas disrupciones respecto al tema. Es necesario salir del esquema actual. Están los narcocriminales que tienen muchos recursos, que manejan espacios paraestatales, que corrompen a las policías locales y nacionales que están involucrados con los jueces y también hay cuestiones respecto al lavado de activos. Es mucho más complejo para decir que “la solución es legalizar”. Quizás con la legalización de ciertas sustancias se pueda terminar con el negocio de determinados sectores, pero no con las problemáticas de consumo que trae derivadas, es decir, no solucionaría el problema de fondo.
Di Palma señala que todos desempeñan un papel dentro de la sociedad, y la prevención de problemas complejos exige el esfuerzo conjunto de la comunidad, incluyendo los ámbitos familiar, laboral y estudiantil, ya que cada uno, desde su lugar, contribuye de manera distinta a formar redes de apoyo para situaciones de riesgo. Entender que las adicciones no son fenómenos predeterminados por genética o clase social es fundamental para abordar el problema de manera integral. Las adicciones no son simplemente problemas individuales; la persona adicta es una víctima de una compulsión que gira en torno a una falsa satisfacción de necesidades, y sus seres queridos sufren las consecuencias de sus acciones. En una sociedad de consumo, las soluciones deben ser colectivas porque la marginalidad y los prejuicios no hacen más que exacerbar los problemas, aumentando la violencia tanto en los hogares como en las calles. Las escuelas, a menudo en la primera línea de esta batalla, no pueden solucionar el problema solas; es crucial que las familias también se involucren.
La normativa social y las condiciones de existencia juegan un papel vital en el tratamiento de los problemas de consumo. Niños y adolescentes, tratados como adultos desde hace mucho tiempo, se enfrentan a problemas propios de la adultez. Hace una década, el 80% de los jóvenes se sentían solos y no escuchados, un reflejo de una sociedad que premia el consumo y la acumulación. En tiempos de crisis, es común la búsqueda de soluciones mágicas, y los consumos problemáticos aumentan cuando las normas y los roles de los adultos se debilitan. La intervención debe ir más allá de brindar información; es necesario cuestionar las prácticas de consumo y ofrecer un acompañamiento real. La prevención y el tratamiento de las adicciones requieren un enfoque comprensivo y empático, que incluya la colaboración de familias, escuelas y la sociedad en general. Es crucial revisar estas dinámicas actuales para evitar consecuencias irreversibles, como altas tasas de adicciones, depresión y suicidios en el futuro. La clave para abordar los problemas de consumo no radica únicamente en prohibir el uso de sustancias, sino en acompañar a las personas afectadas.
Por Nerina B. Pérez Fiumara