Todas las calesitas en general y las de barrio en particular despiden algo así como magia. Todas y cada una de ellas fueron parte de nuestra vida, en tiempos en que la tele todavía no había ingresado a nuestro mundo por ser demasiado chicos aún. Es por eso que cumplir 32 años con una calesita es cosa seria. Y exactamente esa es la cantidad de años que cumple la calesita del barrio, la calesita de José.
José nos cuenta:
“Hace casi 40 años que vivo en el barrio y 32 años que tengo la calesita porque me gusta trabajar con los chicos, es lo que me hace feliz, ellos me dan muchas satisfacciones; las mamás y los papás, por supuesto, también”.
La idea de trabajar con una calesita surgió cuando José viajaba: “se me metió en la cabeza tener una calesita. Un día me quedé sentado en una plaza, mirando a los chicos jugar... y me gustó, esperé la oportunidad y aquí estoy, después de 32 años”.
La calesita que hay ahora no es la que hubo siempre. José relata que antes de que viniera, hubo otras dos calesitas, en total serían 40 años la presencia ininterrumpida de calesita en el barrio.
“Cuando yo vine, la calesita era vieja, no había juegos ni nada, después despacito, con mucha paciencia, la fui renovando. Compré jueguitos, hice dibujos en las paredes con mi hija, pintamos la calesita y después pusimos una lona como techo, y más tarde sí, el techo de policarbonato.”
José afirma que es muy lindo ver a las nuevas generaciones que están viniendo: “ver venir a las mamás que antes lo hacían en calidad de chicos es algo muy gratificante”. Asegura que le da la sortija a todos, no queda nadie sin ella. Y también regala un caramelo cuando entran y cuando se van. “Intento tratarlos lo mejor posible para que se vayan contentos y vuelvan”.
Antes de despedirme, me muestra orgulloso los recortes de diarios que se publicaron, con notas a la calesita o a su persona, como si de la pared de oficina de un doctor se tratase. Reconocimientos, visitas (Maradona estuvo por allí en el 2001) desfilan e ilustran un sector del paredón.
Con la magia revoleteando por el aire, veo sonreír a un par de chicos que juegan ruidosamente en el pelotero y me imagino a todas las figuras de la calesita cobrar vida, como si de un sueño se tratase.
Anécdota
“No recuerdo si era el día del niño, pero había muchísimos chicos esa tarde. Un padre había venido con dos niños, uno de 3 y otro de 6. En un momento dado, el más chiquito desapareció. Lo buscamos por todos lados y, al no encontrarlo, el padre se empezó a desesperar, porque estaba oscureciendo. Lo buscamos en la calle, dimos varias vueltas a la manzana y nada, el chico no aparecía. Pensando, se me ocurrió buscarlo por la casa,(vivía a la vuelta) pero el papá me dijo el chico no sabía cruzar la calle, por lo que desechó la idea.”
“Al rato volví a insistir así que fue y, efectivamente, el nene estaba en su casa, viendo tele con la abuela, lo más pancho.”
“El padre volvió, llorando de la emoción, me agradeció muchísimo, me abrazó, lloró. Es algo de lo que nunca me olvido.”