Fabián Volonté, excombatiente de Malvinas de 51 años, contó lo que vivió en abril de 1982 mientras luchaba contra los ingleses por la propiedad de las islas. Además, afirmó que “el Estado estuvo ausente” y que donde se siente más reconocido es en el estadio de Floresta.
¿Cómo fue el llamado a la guerra?
Yo hice el servicio militar obligatorio en 1981. Me dieron la baja en marzo de 1982, cuando pasó lo de Malvinas yo estaba en mi casa. Yo pertenecía a la compañía de Comunicaciones Mecanizadas 10 en Palermo y como la clase 63 todavía no tenía conocimientos de armas y esas cosas, decidieron dejar a la que recién había salido, o sea a la mía (1962). El 8 de abril me llegó una cédula de la compañía en la que había prestado servicio, que decía que me tenía que presentar y me reincorporaron. Allí me dieron mi fusil, mi vestimenta, me volvieron a cortar el pelo y me entregaron mi armamento, a la vez que me instruyeron para partir a Malvinas.
¿En ese momento te diste cuenta en dónde te metías?
No, para nada. Yo tenía 18 años y no sabía que iba a vivir a una parte del infierno. Tenía ímpetu y muchas ganas de salir a llevarme cosas por delante, pero la guerra es otra cosa.
¿Y con qué te encontraste?
Me encontré con la guerra que no se ve en la televisión ni en las películas. Allí se ve la miseria, la supervivencia, la traición. Que te roban comida, que te importa más tu vida que la de tu compañero, que lo ves sufrir, morir, y sentís el miedo. Todo eso hace que vivas una realidad en la que tu vida depende sólo de vos.
¿Qué te llevas de esa experiencia?
De haber estado en la guerra me llevo el título de honor de haber podido defender al país contra los ingleses, de haber dado mi vida por Argentina sin esperar nada a cambio. Éramos soldados que cumplíamos un servicio, nadie nos pagaba. Me llevo haber madurado de golpe y haber perdido más rápido la sonrisa por haber vivido situaciones límites. La guerra y la posguerra dejaron huellas que no se borran nunca más.
¿Te costó recuperarte una vez en tu casa?
Yo siempre recuerdo un hecho de la primera noche que volví a casa. Yo vivía en Ramos Mejía y había un avión que solía volar bajito. Cuando lo escuché mientras dormía, instantáneamente me tiré debajo de la cama buscando un refugio… yo ya estaba durmiendo en la cama, pero acostumbrado a dormir en trincheras o en el suelo, fue algo terrible. Luego mi familia vino y me dijo “tranquilo que estás en casa”.
¿Y cómo hiciste para volver a tu vida?
Tengo la buena suerte de tener una familia que me contuvieron enseguida, me dijeron que la guerra había sido una experiencia de vida pero que la vida sigue; que tenía que formarme para poder ser lo que soy hoy. No es el caso de algunos de mis compañeros, que se suicidaron o que no se pudieron encausar. Eso fue por culpa de un estado ausente, que jamás estuvo desde que volvimos de la guerra.
¿En todas las etapas?
Sí. Yo formo parte de una asociación, justo acabamos de hacer una denuncia a una ley que exigía estudios médicos todos los años a los excombatientes de Malvinas, tanto físicos como psicológicos para ver en qué situación se encontraban porque esa ley acá nunca se cumplió. Los militares tienen como misión ir a la guerra, en cambio nosotros cumplíamos órdenes que eran obligatorias para dar servicio a la patria. Jamás nos preguntaron si comemos bien, si dormimos… muchos no se pudieron insertar luego de volver y la posguerra se volvió un hecho traumático más que la guerra misma.
¿Tenés muy presente la guerra? ¿O sólo cuando la traés a colación cuando te preguntan?
La guerra no se te borra nunca más. Por suerte pude canalizarlo dando charlas a escuelas y a universidades, pero se me vuelven en imágenes. Cuando veo videos o noticias, recorro los lugares en los que estuve en 1982, me aparecen flashes de dónde estuve en cada momento. No se le borra a nadie, a todos les pasó lo mismo que a mí.
¿Tuviste miedo de morir?
Es constante. La guerra te cambia todo de un momento para el otro. Yo tuve la buena suerte de que el enfrentamiento nos pasara por el costado. Al ser de comunicaciones, estábamos un poco más resguardados. Que te caiga una bomba a 50 metros te hace temblar todo y pensás que la próxima te toca a vos… Así fue como un compañero nuestro murió, que estaba hablando con nosotros y se fue y un avión le tiró una bomba y lo mató.
¿Sabían lo que pasaba en Buenos Aires?
Al ser de comunicaciones, estábamos un poco enterados de lo que pasaba. Igual el Gobierno distorsionaba todo. Nos decían que íbamos ganando y un día, de golpe, perdíamos la guerra. Los bombardeos los teníamos a 300mts y tuvimos que rendirnos y terminar todo. La guerra se perdió por muchos factores, pero más que nada por la logística. Más allá de ponerle todo el patriotismo, no alcanzaba. Hicimos una guerra excelente, terminamos peleando cuerpo a cuerpo con los ingleses. Tampoco teníamos recambio de tropas, estuvimos todos en los mismos lugares desde que empezó hasta que terminó el conflicto bélico.
Los ingleses combatían 24 hs y descansaban otros dos días: eso con nosotros no pasó. No había helicópteros para transportar ropa ni comida porque estaban roto, la ropa no era la adecuada… Si me preguntas si hubiéramos ganado la guerra con la logística en regla, te digo que no. Inglaterra desplegó 120 barcos, hubieran llegado de cualquier manera, para mí se perdía de cualquier manera. Que Estados Unidos no se aliara al TIAR fue un factor determinante, les dieron armas a ellos. Además Chile, que les vendieron sus tierras, cuando nosotros fuimos los que liberamos su tierra de los españoles.
¿Qué sentís a medida que pasan los años? Tristeza, bronca, agradecimiento por estar vivo…
Sí, agradecer obvio. Dios puso la mano con muchos de nosotros, si Malvinas seguía, terminábamos todos muertos. La bronca fue más que nada en la posguerra, el hecho de no haber sido reconocido en su momento y tampoco ahora. Nosotros que fuimos a defender la Argentina no fuimos tratados como otros actores, que fueron resarcidos con cosas que nosotros todavía no pudimos lograr. Ningún político escribió leyes para nosotros, las que hay las hicimos los excombatientes.
La pensión la votaron a la fuerza porque sino quemábamos el congreso. Cuando volvimos no teníamos nada, ni servicio médico, ni reinserción laboral, no teníamos idea de lo que nos podía pasar y tuvimos 100 suicidios. Hoy en día seguimos peleando contra el Estado, que estuvo ausente y hasta 2004 tuvo 400 suicidados, y los sigue teniendo. Sufrimos el abandono.
¿Cuál es la opinión popular? ¿Sienten el apoyo de la gente?
El apoyo siempre lo tenés, Malvinas es un tema picante para Argentina. Lo que sí, hubo un proceso “desmalvinizador” desde Alfonsín. En las escuelas se dejó de hablar, todo se ocultó, no se festejaba el día del excombatiente, lo tuvimos que poner nosotros por decreto. Fue una guerra que puso en jacke a todo el país, yo me llevé 38 mil personas para representar en el combate. Ahí me pregunto, ¿la gente se olvidó de todo? La gente se desinteresó, pero el argentino es así.
Por eso estamos como estamos, nunca podemos admitir nuestros errores para que las cosas no vuelvan a pasar.
En el 1983 psicólogos que estuvieron con soldados después de Vietnam se ofrecieron a ayudarnos y acá no los quisieron, muchos compañeros llegaron a su casa y se mataron… Es un tema muy puntual. Cuando se mata el primero preocupa, pero cuando ya van varios, hay que reclutarlos a todos y ver qué pasa. En Malvinas nadie se hizo cargo de los que nos pasaba, fuimos nuestros mejores médicos y psicólogos. Sabemos como ayudarnos.
¿Ahora cómo es tu vida?
En lo personal es muy buena. Me pude casar y formé una familia con dos hijos, Tomás y Delfina. En la parte laboral hace 32 años que tengo este taller y por suerte pude hacerme un nombre. En lo que tiene que ver con la guerra, que traté de involucrarme para ayudar a los compañeros que estaban mal, soy un tipo muy apreciado dentro del núcleo de los excombatientes, que aunque estamos divididos, somos 14 más o menos que dirigimos todo. Yo soy uno de ellos.
¿Cuál es tu deseo con los excombatientes, el estado y la sociedad?
Para los excombatientes es que todos estén bien de salud, porque se nos están muriendo tres compañeros por semana y somos jóvenes. Con respecto al gobierno, vamos a seguir peleando por nuestros derechos hasta que obtengamos todo lo que necesitamos. Y la sociedad, esperamos que se adentren más en Malvinas, porque aún no nos ha aplaudido de pie.
En uno de los lugares que más cómodo me siento es en la cancha de All Boys, en donde damos la vuelta y nos aplauden de pie, mientras que la gente nos canta que quiere matar a un inglés. Allí me siento comprendido, contenido y feliz.